Julián
Julián tenía 9 años cuando lo tuve como alumno. Cursaba su 2° grado de EGB. Julián tiene síndrome de Down y en ese tiempo era callado y muy observador.
Todos los jueves,
durante 80 minutos trabajaba con éste grupo de 36 alumnos.
Julián con su
maestra integradora. A principio de año la propuesta del colegio fue que el
alumno con NEE se despegue de su integradora en
las horas de materias especiales.
La primera parte del
año fue muy difícil, para qué mentir!!! no sabía por donde comenzar. La
integradora excelente profesional, me informaba constantemente de la situación
de Juli, respecto a su salud como su capacidad intelectual, sus avances, sus dificultades,
etc.
El grupo muy numeroso y
Julián tenía conductas agresivas por momentos. Esto me preocupaba. Escupía,
pegaba fuerte, empujaba, se tiraba al piso, pateaba, golpeaba el teclado contra
el escritorio, se escondía debajo de la mesa y sobre todo le costaba compartir,
en este caso, la computadora.
Las “conductas negativas”
de Juli distraían y alteraban al grupo por completo, que a veces hasta lo
alentaban a seguir “haciendo lío”.
Su integradora no podía
ausentarse de la Sala de Informática, porque el grupo era muy demandante y alguien
debía ayudarlo y controlarlo.
Tenía que cambiar la
situación, pero cómo?
La maestra apoyaba
todas mis iniciativas.
Los primeros quince
minutos de la clase, nos disponíamos a dialogar para entre todos incluir a Julián en la clase
con actitudes positivas y así disfrutar de una jornada productiva.
“Tal vez, Julián estaba reaccionando a situaciones que sucedían particularmente en el recreo”, sospeché por comentarios de maestros que cuidaban el patio.
“Tal vez, Julián estaba reaccionando a situaciones que sucedían particularmente en el recreo”, sospeché por comentarios de maestros que cuidaban el patio.
Así fue que un día contaron lo
que sucedía en los recreos con Juli. Algunos compañeros lo molestaban para
que reaccionara mal y así los maestros lo retaran a él. La maestra del grupo se hizo cargo, les
habló y comenzaron a realizar todo un trabajo sobre la convivencia...
En respuesta a los
reclamos de la escuela, la familia consultó con un neurólogo: su “agresividad” podía
tener una explicación neurológica, lo medicaron.
Juli comenzó a dormirse
en el piso la primera hora de clase, un poco por la nueva medicación y otro
poco porque además sufría de insomnio y venía muy cansado al colegio.
Me preocupaba mucho
Juli, quería que se comunicara conmigo, quería que sea feliz.
Poco a poco, el grupo
empezó a independizarse, a colaborar con Julián espontáneamente, a integrarlo.
Cinco o seis alumnos,
con más competencias para resolver “problemas cotidianos en las compus”,
colaboraban con aquellos que necesitaban ayuda y así pude estar más con Juli.
Su integradora comenzó
a “desaparecer” en las horas de informática…me arriesgué…
Se me ocurrió colocarle
un stickers ante cada logro, para alentarlo.
El primero lo recibió
con mucha emoción, se lo pegaba en distintas partes de la mano, en la pierna y
cuando veía que el adhesivo no pegaba más, lo guardaba en el bolsillo de su
pantalón. Así empezamos a hacer contacto, él respondía a su manera, en silencio
y lo felicitaba con un stickers, un abrazo...
El grupo se unió
muchísimo, trabajaban en forma más ordenada, en un clima de trabajo solidario, compartiendo,
aprendiendo…fue increíble los cambios observados.
Un día estaban haciendo
un collage con imágenes de animales en peligro de extinción, era el producto
final de un Proyecto (buscaban en Google y pegaban en Paint acomodando para
ocupar toda la hoja con imágenes). Julián estaba trabajando con Felipe, había
comprendido el procedimiento.
En un momento observo
que se para, se acerca y me dice: “seño, terminé” una lágrima se asomó
y rodó por mí mejilla, lo abracé tanto que todos preguntaban “qué pasó seño”, les conté con alegría y
Juli recibió además de su stickers, un aplauso.
Me acerqué veloz a la
compu y pude constatar que había avanzado un montón.
Lo positivo fue que
Julián le contaba a su mamá de las clases de computación, esperándolas con
alegría cada jueves.
Obviamente, terminé el
año con muchas satisfacciones como docente!!!! más no podía pedir...
Acá les dejo aquel
collage que abrazamos todos.
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Cariños, Daniela.-